La historia política se toma la palabra

Compartir en

Resumen

Durante mucho tiempo, tal vez demasiado, la historia política despertó sospechas en varias provincias del mundo académico. No fueron tan raros quienes especularon con jubilarla. Para esto aducían el tradicionalismo de sus enfoques. Los juzgaban encandilados por el destino de los “grandes hombres” (papas, reyes, presidentes, ministros o parlamentarios), y presas de un protocolo de escritura que se conformaba con narrar acontecimientos con la parsimonia descriptiva de una crónica incapaz de calar el significado profundo de los fenómenos del pasado. Dicho en simple, la historia política fue desautorizada por otras corrientes historiográficas, como la historia de las mentalidades, la historia social, la historia cultural y un largo etcétera, que contempló fértiles cruces disciplinarios (por ejemplo, con la antropología simbólica) y asaltos teóricos procedentes de los cuarteles del postestructuralismo y sus aliados. Todas estas corrientes hicieron lo posible por irrigar en diversas direcciones, movidas por afanes imperialistas más o menos encubiertos, y por la convicción de representar un avance teórico y metodológico con potencial para reformular el código epistemológico del conocimiento histórico.

Manuel Vicuña
close

Formato de cita